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El año en la mano

Título :
El año en la mano
Almanaque enciclopédico de la vida práctica


Lugar y Editor : Barcelona : Anuario Riera

Año :
1908

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 Electroterapia

    Existe un profesor francés que hasta ahora no ha caído en la manía de los autobombos, que no busca siquiera la notoriedad. Vive en una ciudad poco bulliciosa y en una de la casas más vetustas del barrio más solitario. El profesor se llama Leduc, la ciudad Nantes. Ese señor trabaja con tanto afán y actividad como un inventor norteamericano. Su talento y su aplicación han producido ya resultados magníficos. Cuando nadie o muy pocos le conocían en Francia, en Alemania había muchos médicos que aplicaban sus descubrimientos basados todos ellos en principios indubitables, no anunciados jamás antes de su comprobación absoluta.
    Recientemente, en un viaje que hizo a París, dio cuenta a la Academia de Ciencias de dos de sus geniales inventos.
    El primero es la anestesia eléctrica. El sujeto duerme con facilidad pasmosa y despierta apenas cesa la corriente. No presenta el nuevo método ninguno de los inconvenientes de los antiguos estupefacientes; no puede acarrear, como el cloroformo, catástrofes irreparables. Al despertar no se experimenta el más ligero malestar ni la sensación de cansancio peculiar de los narcóticos. El señor Leduc, para demostrar que no ofrecía ningún riesgo el sistema inventado por el, fue el primero en someterse a la anestesia eléctrica y explicaba luego sus impresiones, que no tienen nada de desagradables. Primero se pierde la facultad de moverse, después la de recordar, más tarde cesan de funcionar todos los sentidos y últimamente el cerebro no piensa, queda como aniquilado, pues en la casi absoluta cesación de funciones ni siquiera la facultad de soñar subsiste. En cambio el despertar es rapidísimo y todas las facultades se recobran simultáneamente.
    El segundo invento, que promete aliviar los padecimientos de muchos enfermos, consiste en introducir en el interior del cuerpo humano, sin necesidad de que pasen por las vías respiratorias o digestivas, algunos medicamentos que van a parar directamente al punto a que se les destina. Así algunos órganos enfermos o débiles pueden curar con gran facilidad, pues los remedios llegan a ellos de un modo directo, sin modificación alguna.
    Para demostrar que puede, a voluntad, introducir esta o aquella sustancia en el organismo humano, hizo un experimento práctico con dos conejos. A uno de ellos le introdujo gran cantidad de iones de estricnina y murió presa de las convulsiones características; a otro conejo que recibió la misma corriente eléctrica, pero cargada de cloruro de sodio, nada le ocurrió.

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La radiactividad

    Han pasado diez años desde que el ilustre Becquerel descubrió en el uranio una nueva fuerza que a venido a aumentar el número de las que durante el siglo XIX se ha reconocido que existían en la que se ha llamado materia inerte, con tanta impropiedad por cierto, puesto que la experiencia prueba que existen en ella movimientos y actividad poderosísimos.
    Desde aquel descubrimiento efectuado en febrero de 1897, como desde que los esposos Curie dieron a conocer el que hará su nombre inmortal, han aparecido centenares de artículos encomiásticos, en la mayor parte de las cuales se han exagerado las cosas de tal modo, que en lugar de aclarar el problema ha venido a oscurecerse y a confundir más y más a la opinión, sobre todo a aquella parte que no sigue íntimamente y de cerca todos los pormenores del movimiento científico y que es, por consiguiente la que con más facilidad se impresiona por las exageraciones, en las que, por lo que toca al punto de que venimos tratando, se ha llegado al grado superlativo, pues no ha faltado hasta quien dijera que se había conseguido descubrir, con esta fuerza, el origen de la vida, mientras afirmaban otros que el problema que por espacio de siglos persiguieron los alquimistas, de conseguir transformar el plomo en oro, podía considerarse como completamente resuelto.
    Esta desviación a que se ha conducido la opinión pública, este rebasamiento de los límites en que debe encerrarse la realidad, es lo que nos hace considerar que no ha de ser estéril un breve resumen de lo que se ha hecho respecto a la radiactividad, desde que Becquerel aportó su conocimiento al mundo de la ciencia.

    La radiactividad descubierta en el uranio, por dicho físico, consiste en la emisión de la sustancia llamada radiactiva, que tiene tres radiaciones clasificadas en tres tipos diferentes: A. B. y C. El primero consiste en una emisión de corpúsculos cuya masa es aproximadamente doble a la de los átomos de hidrógeno que no tiene electricidad positiva (sic) y que se mueve con una velocidad equivalente a un décimo de las de la luz que es de 300 mil kilómetros por segundo. El tipo B. consiste en una emisión de corpúsculos cuya masa representa un décimo de la de los átomos de hidrógeno, careciendo de electricidad negativa (sic) , a la que se le ha dado el nombre de electrono (sic) y cuya velocidad puede alcanzar las nueve décimas de la de la luz. En cuanto al tercer tipo, consiste probablemente en pulsaciones u ondas longitudinales del éter, que se distinguen de las ondas luminosas ordinarias en que éstas son precisamente transversales.

    Estas radiaciones producen efectos luminosos o lo que es lo mismo, eflorescencias sobre determinados cuerpos y sobre su misma masa; producen también efectos calóricos, químicos, puesto que descomponen el agua en sus elementos constitutivos y obran sobre las planchas fotográficas; y eléctricos, ya que hacen buenos conductores los gases que atraviesan los cuerpos electrizados que están cerca de ellos.
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    El origen de este gas o fluído resulta todavía muy misterioso: en opinión de Rutherford, los átomos que forman las "emanaciones", están constituidos por lo que queda del átomo de la sustancia radiactiva, cuando ha emitido uno o más corpúsculos A y B. Según esta nueva teoría, resulta que el átomo no es como se había creído hasta ahora una cosa fija e indivisible, sino que está constituido or los corpúsculos A y B, que se mantienen adheridos por una fuerza de atracción, de manera que cualquier perturbación que pueda influir en el equilibrio de tal sistema, puede dar por resultado que los tales corpúsculos sean proyectados en el espacio. Cabe por consiguiente que un cuerpo se transforme en otro y que, como ha dicho Ramsay, ocurra que se presente helio en un frasco que al principio sólo contenía emanaciones de radio.

    Es de gran importancia también hacer notar que la radiactividad no es un atributo de un reducido número de cuerpos. pues si bién es cierto que el radio, el torio, el urenio, el abinio y el polonio poseen esta propiedad de un modo notable, observaciones recientes permiten afirmar que es un atributo de toda materia, que todos los cuerpos son radiactivos y que la única diferencia que hay, consiste en el grado de esa radiactividad.

    Un ilustre físico inglés, tratando de esto ha dicho con muchísima razón:"Problema de grandísimo interés es en los actuales momentos no ya encontrar sustancias radiactivas, sino hallar una que no lo sea en más o en menos". Hay que confesar que hasta la fecha, esta demostración no la ha hecho nadie todavía.

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